Cuento Los Musicos de Bremen

 Había una vez un burro que había trabajado durante muchos años, día tras día, acarreando pesados sacos de grano para su amo. Ahora que el burro ya era viejo, su amo había decidido deshacerse de él. El burro, que se enteró de los planes de su amo, decidió huir.

Años antes, en la ciudad de Bremen, había oído tocar a las bandas de músicos. El burro pensó: «Cuando rebuzno, hago un ruido muy fuerte. Podría ser un músico como los de las bandas». Y así, se propuso convertirse en músico callejero. Mientras iba caminando por la carretera, vio a un perro tirado en el suelo. Parecía muy cansado y estaba jadeando.

«¿Por qué estás tan cansado?», preguntó el burro.

«Ya no soy lo suficientemente fuerte como para poder ir de cacería, y por eso mi amo ya no me quiere», dijo el perro.

«Vente conmigo. Me dirijo a Bremen para convertirme en un músico callejero», dijo el burro. El perro pensó que era una fantástica idea. Ambos, el burro y el perro, empezaron a caminar juntos por la carretera.

Bastante más tarde, mientras seguían caminando por la carretera, vieron a una gata sentada junto al asfalto. La gata parecía muy triste, y sus afligidos maullidos partían el corazón del burro y del perro.

El burro preguntó: «¿Por qué te sientes tan triste, gata?».

La gata explicó que, como sus dientes ya no eran lo bastante afilados, tenía graves problemas para seguir capturando ratones. ¿Qué podía hacer?

«Ven con nosotros. Vamos a convertirnos en músicos callejeros. Puedes cantar y componer música romántica en nuestra banda». La gata estaba encantada de que pensaran que podía cantar, así que se sumó a la banda del burro y el perro. Los tres, el burro, el perro y la gata, siguieron juntos por la carretera.

El grupo caminó varios kilómetros antes de pasar por un corral. En la verja había un gallo que cacareaba con todas sus fuerzas.

El gallo contestó: «Acabó de oor la peor noticia. El domingo vienen visitas y mi amo quiere echarme en la sopa.»

«Ven con nosotros. Nos dirigimos a Bremen para ser músicos callejeros. Tú tienes una voz muy fuerte. Por favor, únete a nuestra banda». El gallo se sintió orgulloso de que pensaran que tenía una voz agradable, así que bajó volando de la verja y se unió a la banda. Ahora ya eran cuatro los músicos que andaban juntos por la carretera: el burro, el perro, la gata y el gallo.

Todavía quedaba un largo camino para llegar a Bremen, y necesitaban encontrar un lugar para pasar la noche. El gallo voló hasta la copa de un árbol y divisó una casa que estaba cerca. Voló hasta la casa y vio un cálido fuego ardiendo dentro de la chimenea. Los cuatro animales, el burro, el perro, la gata y el gallo, decidieron que ése sería un buen lugar para pasar la noche.

Cuando llegaron a la casa, el burro, que era el más alto, miró a través de la ventana para ver qué había dentro. Vio una mesa llena de deliciosos alimentos y bebidas. Advirtió también que había sacos con oro y plata amontonados alrededor de la mesa. Ta,bién vio a un grupo de ladrones comiéndose la comida y divirtiéndose. Los cuatro músicos, el burro, el perro, la gata y el gallo, idearon un plan para ahuyentar a los ladrones. Después de que los ladrones se hubieran marchado podrían tomar aquella fantástica comida y tendrían un lugar para pasar la noche.

El burro apoyó las patas delanteras sobre la ventana, mientras se sostenía sobre las patas traseras. El perro se subió al lomo del burro. La gata escaló hasta la espalda del perro. El gallo voló hasta arriba de todo para situarse sobre la espalda de la gata. Entonces, empezaron a cantar todos juntos. El burro rebuznó. El perro ladró. la gata maulló. el gato cacareó.

Al cantar todos juntos, hicieron tanto ruido que los cristales de las ventanas se rompieron haciéndose añicos.

«¡Qué ruido tan horrible! Debe de ser un terrible monstruo», dijeron los ladrones, que estaban tan asustados que huyeron dejando los maravillosos manjares para el disfrute de los músicos. El burro, el perro, la gata y el gallo, comieron, comieron y comieron hasta que no pudieron más. A los cuatro músicos les gustó tanto la casa y la comida que decidieron quedarse a pasar la noche. El burro se acostó en el corral. El perro se echó detrás de la puerta de entrada a la casa. La gata se acurrucó frente al fuego. El gallo voló hasta lo alto del tejado. Todos estaban tan cansados del largo viaje, que se durmieron rápidamente.

Los ladrones se habían ocultado en los bosques. Al ver que las luces de la casa se apagaban decidieron volver para averiguar qué era lo que había hecho ese ruido espantoso. Uno de los ladrones se fue a la casa para ver si había algo dentro. Entró. Estaba muy oscuro. Vio los ojos verdes de la gata en la oscuridad, cerca del fuego, y se sobresaltó. Y al encender una cerilla para poder ver mejor, la gata saltó sobre él y le arañó. Al correr hacia la salida, el perro, que estaba durmiendo junto a la puerta, ladró y le dio un bocado en la pierna. Al pasar por el corral el burro le dio una coz y el gallo gritó muy fuerte: «Ki-ki-ri-kí».

El hombre estaba tan asustado que les dijo a los otros ladrones: «Hay un horrible monstruo en la casa. Tiene unos ojos verdes que brillan en la oscuridad, largos brazos con garras afiladas, grandes dientes blancos, unas fuertes patas de acero, y emite unos espantosos chillidos». Cuando los ladrones oyeron la historia del monstruo, huyeron a toda prisa de aquel lugar. Nunca más regresaron a la casa.

Los cuatro músicos habían encontrado un buen hogar. Tenían suficiente oro y plata como para comprar comida y bebida hasta el final de sus vidas. Decidieron no llegar hasta Bremen, sino quedarse a interpretar música en su nuevo hogar.

Quizá todavía hoy sigan tocando música el burro, el perro, la gata y el gallo.

Moraleja: Trabajando unidos podréis conseguir mayores logros que si lo hicierais solos.

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