Érase una vez un Rey que a menudo debía convocar a sus súbditos a las reuniones. El Rey tenía que enviar a un mensajero para que fuera por los pueblos convocando a todo el mundo para el encuentro. Muchos de estos poblados se hallaban lejos de la residencia real y los mensajes tardaban mucho tiempo en llegar a todos los súbditos. Después de que los súbditos recibieran los mensajes, debían vestirse con sus mejores galas y emprender un largo camino hacia la reunión. Llevaba largo tiempo transmitir el mensaje y llevaba largo tiempo realizar el viaje. Pasaban muchas semanas antes de que los habitantes de los poblados llegaran hasta la reunión convocada por el Rey.
En una ocasión, cuando finalmente habían llegado todos los súbditos, el Rey los congregó en su residencia. Les contó sus preocupaciones: «Cuando convoco una reunión, transcurre demasiado tiempo hasta el momento en el que podemos encontrarnos todos juntos. ¿Qué sucedería si hubiera un grave peligro o si fuéramos invadidos por el enemigo? Debemos actuar con mayor rapidez».
El jefe de los consejeros reales era Anansi, la araña. Le dijo al Rey: «Lo que necesitamos es un enorme tambor. Un tambor que haga un sonido tan fuerte que pueda oírse desde una larga distancia. Todos escucharían el sonido del tambor y acudirían rápidamente».
Al Rey, así como al resto de los animales presentes, les encantó la idea de Anansi: fabricar un enorme tambor. Los animales organizaron equipos para llevar a cabo la fabricación del tambor. Un equipo se adentró en el bosque para elegir un árbol. Otro cortó y moldeó el tronco del árbol. Otro de los grupos ahuecó el interior del tronco para conseguir que el árbol hiciera un sonido profundo. Un grupo de escultores decoró el exterior del tambor.
Todo el mundo trabajó en la fabricación del tambor, excepto el Mono. El Mono se limitaba a dormir a la sombra. Anansi vio que el Mono no estaba trabajando. mientras que el resto de los animales trabajaban en el tambor, el Mono descansaba.
Anansi dijo: «Ya está listo el tambor del Rey».
Sólo quedaba un problema por resolver: ¿quién transportaría el tambor?. Era un tambor grande y pesado y había un largo camino desde el bosque hasta la residencia real. nadie quería transportar el gran y pesado tambor.
El León dijo: «El Antílope podría transportar el tambor».
El Antílope dijo: «El Elefante podría transportar el tambor». Cada uno de los animales pensaba que otro debería cargar con el tambor.
Anansi dijo: «Puesto que nadie quiere transportar el pesado tambor hasta la residencia real, creo que deberá hacerlo el que de entre todos nosotros sea el más holgazán».
El Rey estuvo de acuerdo: «Así es como debe hacerse».
Los animales pensaron: «¿Quién es el más holgazán?». Uno a uno, todos los animales miraron al Mono. El Mono advirtió todas las miradas posándose sobre él, caminó hacia el centrode la reunión y anunció: «Yo no seré quien transporte este pesado tambor».
Todos empezaron a reír. «Nadie ha dicho tu nombre, Mono. Simplemente nos estábamos preguntando quién era el más holgazán. Pero, al hablar, tú mismo nos has contestado la pregunta».
Todos los animales estuvieron de acuerdo: «El Mono es el más holgazán de todos».
Y así, fue el Mono quien transportó el gran y pesado tambor desde el bosque hasta la residencia real.
Moraleja: Todo el mundo debe hacer su parte de trabajo.