Juan Soldado volvía de la guerra y sólo tenía un pan para pasar el día. Se encontró a otro pobre como él, que le pidió un trozo de pan. Juan Soldado compartió el pan de buena gana y el pobre, que era San Pedro, le acompaña en su camino.Llegaron a un pueblo y San Pedro curó a un enfermo.
– Tengo que volver al cielo – dijo San Pedro a Juan Soldado después -. Pero te voy a hacer un regalo por ser generoso; toma este palo que pega sólo a quien tú le mandes.
Se despidieron con un abrazo y Juan Soldado siguió su camino.Y pasó a los pocos días por un pueblo a quien un usurero tenía en la miseria, pues a todos había prestado y con tan grandes intereses que nadie podía pagarle.Juan Soldado fue a ver al usurero y le pidió una limosna para un pobre que había en la puerta. Y como el usurero se negó a darle nada, Juan mandó al palo:- ¡Pega, palo!El palo se puso a pegar al usurero, que gritaba ¡ay, ay!, pero no podía librarse de aquel castigo. Hasta que el usurero huyó del pueblo y no se le volvió a ver, con lo que todos quedaron libres de sus deudas. A Juan Soldado, en agradecimiento, le hicieron alcalde, y allí se quedó a vivir muy satisfecho y apreciado por todos.